Sentirse juzgado es una experiencia emocional en la que una persona siente que está siendo evaluada o juzgada negativamente por otros.
Esta experiencia puede provocar sentimientos de incomodidad, ansiedad, tristeza, rabia y frustración, y puede afectar la autoestima y la autoconfianza de una persona.
En algunos casos, el sentimiento de ser juzgado puede ser real, mientras que en otros, puede ser percibido por la persona y no reflejar la intención de los demás.
Amigas y amigos, es importante comprender que el juicio de los demás no define la verdadera valía de una persona, y que es posible trabajar en superar estos sentimientos mediante la autoaceptación y el desarrollo de habilidades emocionales saludables.
“No juzgues a alguien sin conocer su historia completa; todos llevan una carga que tú no ves”
Dichos populares
Te presento a Juan:
Juan es una persona muy crítica y siempre está juzgando a los demás. Cuando su amigo le cuenta sobre un nuevo trabajo que ha conseguido, en lugar de felicitarlo, Juan lo juzga por su elección de carrera y le dice que nunca ganará mucho dinero en ese campo. También, cuando ve a alguien vestido de una manera que no le gusta, enseguida emite un juicio y critica el estilo de esa persona, sin siquiera conocerla. Juan tiende a juzgar a las personas sin conocerlas adecuadamente y sin entender sus circunstancias, lo que a menudo lo lleva a malinterpretar a las personas. Como resultado, sus relaciones personales y profesionales a menudo se ven afectadas por su actitud crítica y juzgadora.
No seamos como Juan.
Ahora bien, juzgar a los demás es algo que a menudo hacemos sin siquiera darnos cuenta. Nosotros, como seres humanos, somos rápidos para formar opiniones sobre las personas y las situaciones que nos rodean. Sin embargo, juzgar a los demás puede tener graves consecuencias.
En primer lugar, cuando juzgamos a los demás, podemos herir sus sentimientos. Nadie quiere ser juzgado o criticado por los demás, especialmente cuando no han hecho nada malo. Cuando juzgamos a los demás, podemos hacer que se sientan inseguros, ansiosos o incómodos.
En segundo lugar, juzgar a los demás puede hacer que nos perdamos la oportunidad de conocer a alguien nuevo. Si juzgamos a alguien basándonos en la apariencia, la religión, la orientación sexual o cualquier otra cosa, podemos cerrar nuestra mente a la posibilidad de conocer a una persona increíble.
En tercer lugar, juzgar a los demás puede afectar nuestra propia felicidad. Cuando nos centramos en juzgar a los demás, perdemos la oportunidad de centrarnos en nuestras propias vidas y en nuestras propias metas y sueños. En cambio, nos volvemos críticos y negativos, lo que puede afectar nuestra propia felicidad y bienestar.
Por último, juzgar a los demás también puede llevar a conflictos y disputas. Cuando juzgamos a los demás, es probable que las personas se sientan a la defensiva y reaccionen negativamente. Esto puede crear un ambiente tenso y difícil para interactuar con los demás.
¿A qué edad empezamos a juzgar?
La capacidad de juzgar es una habilidad cognitiva que se desarrolla gradualmente a lo largo de la infancia y la adolescencia. A medida que los niños crecen, comienzan a comprender mejor las normas sociales y las expectativas de su entorno, lo que les permite juzgar y evaluar el comportamiento de los demás en función de esas normas.
Los estudios sugieren que los niños de entre 3 y 5 años pueden comenzar a hacer juicios morales simples, como distinguir entre acciones correctas e incorrectas, y a la edad de 7 años, muchos niños pueden comprender las intenciones y motivaciones detrás del comportamiento de los demás. Sin embargo, es importante señalar que el desarrollo de la capacidad de juzgar es un proceso continuo y que las habilidades de juicio y evaluación siguen desarrollándose en la adolescencia y la edad adulta.
¿A quiénes juzgamos?
Como decimos en mi país, a titirimundati.
Miren, en realidad juzgamos a cualquiera, incluyendo amigos, familiares, conocidos, extraños, figuras públicas, entre otros.
Yo misma me he sorprendido juzgando a mis amigos y ex compañeros por no escribir o llamarme, aunque yo si lo hago con ellos intencionalmente. Pero recapitulo este sentimiento y pongo en perspectiva que también tienen sus batallas laborales y familiares que deben sacar adelante.
También he sorprendido a algunas personas intentando juzgar o sacar conclusiones sobre mi matrimonio, mis amistades, trabajo, estilo de vida y viajes. Debo admitir que me molesta por un momento sus comentarios, pero luego me empodero de la situación y me digo a mi misma que las personas que en realidad necesitan saber de mi o comprender mi estilo de vida, no necesitan que yo les explique. Esas personas me aman tal y como soy, una viajera y nómada digital que viaja por el mundo con 20 piezas de ropa y duerme donde sea.
A menudo, juzgamos en función de las acciones, comportamiento, apariencia física, habilidades, decisiones, opiniones, creencias y valores de nuestro prójimo.
Y no dejemos de mencionar su género, apariencia física, raza, etnia, orientación sexual, religión y otros aspectos de la identidad.
Para mí una de las más recientes e impactante fue saber que se juzga incluso a una persona fallecida por no haber aceptado cierta deidad antes de su muerte. Señores, no estamos ni dejando descansar en paz a la gente después de su muerte. Si alguien se murió y aceptó o no aceptó algo en su corazón, deje eso ahí y procure vivir en paz con su fe. Dejemos a los demás vivir y morir en paz, incluso si no podemos ver esa paz. No es de nuestra incumbencia.
Y si no menciono la más famosa de todas este contenido no estaría completo. Juzgar el peso de una persona. Se los juro, cada vez que la gente sale de su casa se mira en el espejo. Y honestamente hacerle un recordatorio de su peso está fuera de lugar. Especialmente si no conocernos la persona. Ahora bie, si se nos ha dado la confianza para aportar sobre la situación es otra cosa.
Por ejemplo; siempre he hecho participe a mis amig@s de mi apariencia física. No porque yo no tenga la capacidad de verme a mi misma, más bien porque a veces nos descuidadnos y subimos de peso por el trabajo o cualquier cosas que nos ocupe la mente. Y en caso de que yo no me percate a tiempo, mis más cercanos tienen la delicadeza de encaminarme una vez más a un estilo de vida saludable. Y eso lo agradezco enormemente.
Historia de Ana
Había una vez una mujer llamada Ana, quien era conocida por su gran habilidad para juzgar a los demás. Ella siempre tenía una opinión negativa sobre todo y todos a su alrededor. Ana pensaba que su forma de pensar era la correcta y no había lugar para las opiniones de los demás.
Un día, Ana comenzó a trabajar en una empresa donde conoció a una compañera de trabajo llamada Sofía. Al principio, Ana la juzgó y creyó que no estaba a su nivel intelectual. Ana no le prestaba atención a lo que Sofía decía y la trataba de manera despectiva.
Sin embargo, con el tiempo, Ana comenzó a darse cuenta de que estaba equivocada sobre Sofía. Descubrió que Sofía era una persona muy inteligente y trabajadora, que tenía muchas habilidades valiosas que Ana no había considerado. Sofía también demostró ser muy amable y solidaria con sus compañeros de trabajo.
Ana se dio cuenta de que sus prejuicios habían impedido que viera a Sofía por lo que realmente era. Ana se sintió avergonzada por su comportamiento y decidió cambiar su forma de pensar y tratar a los demás. A partir de ese momento, se esforzó por ser más abierta y compasiva con sus compañeros de trabajo y con las personas en general.
Con el tiempo, Ana descubrió que juzgar a los demás no solo era dañino para ellos, sino también para ella misma. Al dejar de juzgar y comenzar a ver a las personas por lo que son realmente, Ana se dio cuenta de que había mucho más en la vida que solo su propia perspectiva limitada. Aprendió a ser más humilde, compasiva y abierta, lo que la llevó a tener mejores relaciones con sus compañeros de trabajo y a sentirse más feliz consigo misma.
Aprendamos de Ana.
¿Por qué juzgamos?
Tanto Juan como Ana han tenido sus motivos personales para juzgar. Honestamente no tiene nada que ver con su entorno, más bien tiene que ver con ellos mismos y el cristal con el que miran las cosas, sus paradigmas.
Como te mencioné, solemos juzgar a los demás por muchas razones diferentes, algunas de las cuales son inconscientes o involuntarias. A continuación, te comparto algunas de las razones más comunes por las que tendemos a juzgar a los demás:
Prejuicios: Juan, Ana, tu y yo, todos tenemos ciertos prejuicios y estereotipos que pueden influir en nuestra percepción y opinión sobre los demás. Estos prejuicios pueden ser basados en la raza, género, orientación sexual, religión, entre otros aspectos, y pueden llevarnos a juzgar a las personas de manera injusta y errónea.
Inseguridad: A veces juzgamos a los demás para sentirnos mejor con nosotros mismos. Si estamos inseguros acerca de algo en nuestra propia vida, podemos juzgar a alguien más por ese mismo aspecto para hacernos sentir superiores o más seguros de nosotros mismos.
Falta de información: A menudo, juzgamos a los demás sin tener toda la información necesaria. Podemos basar nuestras opiniones en rumores o información incompleta, lo que puede llevar a juicios incorrectos y dañinos.
Expectativas: También podemos juzgar a los demás en función de nuestras expectativas. Si tenemos expectativas poco realistas de cómo una persona debe comportarse, pensar o actuar, podemos juzgarla negativamente cuando no cumple con esas expectativas.
Miedo: El miedo también puede ser una razón por la cual juzgamos a los demás. Podemos temer lo desconocido o lo que es diferente a nosotros, lo que puede llevar a juicios negativos.
Protección: En algunos casos, juzgamos a los demás para protegernos a nosotros mismos o a alguien que queremos. Podemos juzgar a alguien como una forma de proteger a alguien que creemos que está en peligro o para protegernos a nosotros mismos de una situación incómoda o potencialmente peligrosa.
¿Qué pasa si vivimos juzgando?
Queridos Juan y Ana:
Si vivimos juzgando a los demás, podemos enfrentar una serie de consecuencias negativas, tanto para nosotros mismos como para aquellos que juzgamos.
Por un lado, el hecho de juzgar constantemente puede impedirnos ver a las personas por lo que realmente son, y limitar nuestra capacidad para aprender de ellas y crecer como individuos. También puede aumentar nuestra ansiedad, estrés y malestar emocional, ya que puede llevar a una actitud negativa y crítica hacia el mundo que nos rodea. Y no creo que alguien se levante conscientemente querido sufrir de esos malestares emocionales. Con lo rico que es sentirse bien.
Además, juzgar a los demás puede afectar nuestras relaciones interpersonales, ya que puede generar un clima de desconfianza, resentimiento e incomodidad. Las personas pueden sentirse heridas o rechazadas por nuestras críticas, y es posible que eviten interactuar con nosotros o se alejen emocionalmente.
Si nos acostumbramos a juzgar a los demás, también podemos caer en el hábito de juzgarnos a nosotros mismos de manera negativa. Podemos ser demasiado críticos con nuestros propios errores, deficiencias y fracasos, lo que puede dañar nuestra autoestima y disminuir nuestra motivación.
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Cómo dejar de juzgar
Juan y Ana, por si no lo habían notado, mi forma de escribir siempre estará orientada a la acción y a la mejora continua. Por lo tanto, les comparto algunas buenas prácticas para dejar este mal hábito de juzgar.
Dejar de juzgar puede ser un proceso desafiante, pero es posible con esfuerzo y práctica. Aquí hay algunas estrategias que pueden ayudarte a dejar de juzgar a los demás:
Practica la empatía: Trata de ponerte en el lugar de la otra persona, imagina cómo se sentiría si estuvieras en su situación. Intenta entender sus pensamientos y sentimientos, y busca comprender las razones detrás de su comportamiento.
Practica la tolerancia: Aprende a aceptar las diferencias entre las personas y trata de no juzgar a los demás por sus elecciones o decisiones. Reconoce que todos somos únicos y tenemos nuestras propias formas de ver el mundo.
Reflexiona sobre tus propias creencias y prejuicios: Tómate un momento para reflexionar sobre tus propias creencias y prejuicios. Pregúntate si tus juicios están basados en hechos concretos o en prejuicios y estereotipos.
Evita los chismes y las críticas: Por favor, trata de evitar hablar mal de las personas o hacer comentarios negativos sobre ellas. Si alguien empieza a hablar mal de otra persona, intenta cambiar de tema o no te sumes a la conversación.
Fomenta la compasión: En lugar de juzgar a las personas, trata de mostrarles compasión y empatía. Piensa en las cosas buenas que hay en ellas y en sus acciones, y trata de encontrar maneras de ser solidario y de apoyarlas.
Recuerda que dejar de juzgar no significa que debas tolerar todo comportamiento o actitud. Es importante establecer límites saludables y tener una comunicación efectiva con las personas que te rodean. Sin embargo, aprender a dejar de juzgar puede ayudarte a mejorar tus relaciones interpersonales y a tener una actitud más positiva y compasiva hacia el mundo que te rodea.
Dinámica para no juzgar
Una dinámica que puedes hacer para practicar no juzgar a los demás es la “Parada de juicios”.
Aquí te explico cómo hacerlo:
- Busca un lugar tranquilo donde puedas estar a solas contigo mismo durante al menos 10 minutos.
- Cierra los ojos y respira profundamente durante unos momentos. Haz una pausa en tu mente y relájate.
- Ahora piensa en alguien a quien hayas juzgado recientemente. Puede ser alguien que conozcas personalmente o alguien que hayas visto en las redes sociales o en las noticias.
- Piensa en la situación específica en la que juzgaste a esta persona. ¿Qué fue lo que te hizo juzgarla? ¿Qué prejuicios o suposiciones estaban en juego?
- Ahora, imagina que has llegado a una “parada de juicios”. Imagina que esta parada de juicios es un lugar donde puedes dejar de juzgar a los demás y dejar de ser juzgado.
- Visualiza que dejas tus juicios y prejuicios en la parada de juicios. Deja ir la necesidad de juzgar a los demás y elévate a un lugar de aceptación y comprensión.
- Tómate unos minutos para reflexionar sobre lo que has experimentado. ¿Cómo te sientes después de dejar tus juicios en la parada de juicios? ¿Cómo puedes aplicar esta experiencia en tu vida diaria?
Ahora queda en tu cancha
Juzgar a los demás es un comportamiento común que puede tener muchas causas diferentes. Es importante ser conscientes de estas causas y trabajar para superar nuestras propias tendencias a juzgar, de modo que podamos relacionarnos con los demás de una manera más positiva y compasiva.